Internet en los últimos años ha dado lugar a nuevas formas de comunicación, en donde los niños gracias a su innata curiosidad y facilidad de adaptación, se han convertido en usuarios, siendo éstos los más vulnerables, pues son víctimas potenciales de actividades ilícitas (pedofilia, pornografía y prostitución infantil) y disponen de fácil acceso a contendidos inapropiados para su edad. Esta tecnología digital, ha cambiado el modo de producción, distribución y uso de la pornografía infantil, pues cada vez más pedófilos elaboran su propio material para compartirlo con otros. La misma herramienta que les acerca el mundo a las manos, puede ser una cueva de peligros para chicos y jóvenes que se exponen cuando publican sus fotos, facilitan datos a gente que no conocen y hasta tienen citas con ellos. Muchos padres no tienen idea con quiénes chatean, pocos los supervisan mientras navegan y casi ninguno usa filtros para protegerlos. El rasgo distintivo de Internet está en brindar a los usuarios un mundo sin fronteras, donde pueden establecerse múltiples relaciones con otras personas. Esa característica facilitadora y esa función comunicativa, tienen (entre otros) un efecto totalizador por el cual el usuario siente que pertenece a un mundo que antes le resultaba inaccesible (o que bien desconocía por completo). Este efecto totalizador carece de antecedentes culturales y por lo tanto sitúa a los usuarios frente a una nueva percepción de la sociedad y de la cultura, como realidades globalizadas. En el ciberespacio la globalización no constituye un concepto sino una experiencia. Esto implica, que los usuarios actuales están viviendo un proceso de aprendizaje social. La cultura de Internet, se encuentra en plena etapa de formación y puede considerarse a ellos como una generación de transición hacia nuevas pautas de comportamiento social.
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